Originariamente concebida como una instalación, su adaptación a obra de radioarte fue premiada con el primer lugar de su categoría en el concurso de la Cuarta Bienal Internacional de Radio en el 2002.
"Las tumbas de un cementerio evocan y aluden con sonidos los eco de la vida en la muerte. Cada tumba es una lápida de sonido y el vuelo final al verdadero reposo".
Según el propio autor, es una propuesta de 45 minutos "algo inusual en la categoría de Radioarte, la cual privilegia los sonidos sobre la palabra. El sentido de una pieza no está dado tanto por lo que se diga verbalmente, sino por la construcción de notas musicales que se permiten muy cercana a la música concreta, donde se juega con las sonoridades".